Uno de los mecanismos históricos que llevan al empobrecimiento de las personas y familias enteras, es el de la deuda. La usura como práctica-valor, ha persistido a lo largo de la historia y no ha habido nadie que haya sido referente moral en algún momento determinado, que no haya considerado a la usura como una práctica contraria a la ética y la moral más elementales.
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Por ello, hay autores quienes sostienen que toda reforma social auténtica ha comenzado y tenido de hecho en su base, la eliminación o reducción sustantiva de las deudas; así como la prohibición legal de los castigos corporales en caso de que no se cumpla con los compromisos crediticios adquiridos.
La nuestra es una sociedad endeudada, con lo que ello implica en su relación con el sentimiento de culpa, como lo han documentado varias autoras y autores, entre ellos, recientemente, Lazzarato. De esta forma, lo que ha venido después de la crisis de la COVID19 es una situación generalizada de presión económica -que casi siempre va en deterioro de la salud física y mental-, porque las familias han tenido que, ya bien incrementar el número de perceptores de ingreso; ya recurrir a mecanismos de acceso a crédito, que no necesariamente son los más justos.
En este contexto, los datos de la ENCOVID19 -que han desarrollado en la Universidad Iberoamericana el EQUIDE y Proequidad, con el acompañamiento del PUED-UNAM y UNICEF-, muestran que entre los meses de julio de 2020, y hasta octubre de 2021, más del 50% de los hogares han pedido prestado, con excepción de octubre de 2020, cuando el indicador fue de 48%. Frente a ello, el promedio registrado de manera previa a la pandemia era de 35%.
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Asimismo, en los últimos meses de 2021 se identificó que en arriba del 34% de los hogares alguno de sus integrantes comenzó a trabajar, lo que confirma que el incremento de ingresos en los hogares está relacionado con las “malas razones”, y es la incorporación de más personas al mercado laboral, generalmente jóvenes que dejan sus estudios o mujeres que enfrentan dobles o triples jornadas de trabajo debido a la suma de actividades de trabajo doméstico no remunerado.
Asimismo, esta encuesta identificó que, en los momentos más críticos del confinamiento pandémico, hasta el 49% de los hogares dejó de pagar sus deudas, llegando a un 44% en el mes de octubre de 2021. Y el otro dato de preocupación es que en marzo de 2021, hasta un 33% de los hogares tuvo que empeñar o vender bienes para complementar el ingreso; y manteniéndose en 27% en los meses de mayo y octubre de 2021.
Por su parte, los datos de la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF, 2021), identificó que el 52.1% de la población de 18 a 70 años, es decir, 43.64 millones de personas, tenían vigente algún tipo de crédito; de ellos, el 37.3% tenía sólo algún crédito informal; 51.5% tenía sólo algún crédito formal; mientras que el 21.2% tenía ambos tipos de crédito.
De quienes declararon tener créditos informales, 19.1% lo tenía con cajas de ahorro del trabajo o de personas conocidas; 11% en casas de empeño; 43.9% directamente de amistades o personas conocidas; y 71% tenía algún crédito otorgado por familiares. Como puede verse, los datos indican que habría numerosas personas endeudadas por diferentes vías informales.
Por su parte, entre quienes tienen créditos formales, el 26.6% declara haberse atrasado en sus pagos; y en ese mismo sentido, el 78.3% de quienes deben dinero reportan que sí puede pagar sus deudas en los plazos requeridos; 3.6% declara que definitivamente no puede pagar en el plazo establecido; mientras que el 13.6% afirma que sólo puede pagar algunas de sus deudas en los plazos acordados.
Por la información disponible, no estamos ante un escenario de impago generalizado, ni se reporta un problema serio de cartera vencida. Pero estos datos no incluyen información detallada de mecanismos de usura como los créditos que otorgan cadenas de tiendas de electrodomésticos, muebles y ropa; ni la peor parte de todo este panorama, con los llamados “monta deudas”.
Es difícil saber el monto total de la deuda de las y los mexicanos. Pero no es difícil suponer que podría ascender a varias decenas de miles de millones de pesos; y por ello, entre las cosas que el gobierno de la República ha planteado con cierto sentido, se encuentra la doble necesidad de que: 1) la banca comercial otorgue créditos más allá del ámbito del consumo, mediante las tarjetas de crédito que funcionan con tasas de interés exorbitantes; y, 2) que deje de cobrar comisiones injustas, cuyo esquema y montos constituyen auténticos actos de usura.
A pesar de lo anterior, también es cierto que el nivel de endeudamiento de millones de familias les ha colocado en la antesala de la pobreza, si no es que ya en cientos de miles de casos, los ingresos que se obtienen registran tal nivel de merma por el pago de intereses, que numerosas familias podrían haber entrado ya en la llamada vulnerabilidad por carencia de ingresos.
Para cientos de miles de familias, la recepción de remesas familiares ha constituido un auténtico alivio; pero en la mayoría de los casos no se tiene este recurso extraordinario; y lo que se está viviendo frente a la inflación, el empleo y los ingresos precarios, impiden pensar en que las cosas vayan bien. Por el contrario, podemos decir con preocupación que seguimos con elevadas deudas, y empobreciendo.
Investigador del PUED-UNAM